El vió los ojos del pequeño. Hicieron contacto sus dos almas y un sentimiento profundo de admiración y amor surgió en su pecho de padre orgulloso y pleno.
La madre, miró la escena con complacencia y mentalmente bendijo a aquellos dos varones que juntaban sus vidas en ese tiempo y en este espacio.
Poco a poco, aquel maravilloso bebé fue creciendo. Vió sus manos y sus pies. Sintió sus ojos y vió los ojos de los seres que curiosos se asomaban a verlo y en una mueca les sonrió. Y lloró y comió… y creció lleno de luz de vida y de alegría. Era un bebé precioso. Todos lo admiraron y besaron.
Ya mas grande, como de 5 años, un buen día el niño le dijo al papá: -“Dios no existe”.
El papá sonrió y le dijo: -a ver, ¡llámalo!.
-Pero, ¿cómo, Papá?
-Así, con tu voz y con tu corazón, dijo el padre.
Y de nuevo, aquellos ojos de padre e hijo se unieron en la bella experiencia del contacto.
Adivina y aprende
Enrique.
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