Privilegio único, maravilloso.
El vajra del maestro tocó repetidamente mi clavícula izquierda y se abrió mi corazón.
Esa energía de amor, de bondad, salió del corazón como un torrente. Mi vida cambió.
Hoy, en paz, conmigo mismo, y lleno de ese mismo poderoso nectar de bondad veo la vida en un presente sin tiempo, con un sentimiento profunto de gratitud, belleza, sorpresa y ternura.
Maestro, ¡cuánto te agradezco el haberme otorgado el poder de tu bondad, amor que todo cura!
Después, aprendí a amar.
Enrique.
jueves, 30 de septiembre de 2010
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