Ya en la tarde, después de hacer alguna compra en el "super" de la Calle de Centenario, caminé por la calle de Viena y entré un momento en la Iglesia; sólo había unas tres personas al frente, cerca del altar y una pareja atrás.
Oré, dejé alguna moneda y como venía la lluvia, giré para salir.
Con sus manos tocando los pies del Cristo, envueltos en la ternura del amor, dulcemente se besaban, compartiendo con el Maestro la belleza de amar...
Adivina y aprende.
Enrique.
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