Y el tiempo se detuvo. El pasado se unió con el futuro en el presente y hubo un cambio de estado mental. ¡Yo ya había estado allí! Me encontraba a la orilla de un riachuelo bellísimo. Hacía frío. era noviembre de 1968. Escocia. El agua corría rápido sobre las piedras pulidas, brillantes con un sonido bellísimo. todo era húmedo y la vegetación de verdes esplendorosos y aquel mágico reencuentro con algo en mi propia naturaleza.
Después entramos al viejo pequeño castillo, todo de piedra. Alli estaba esa mesa larga con solo dos sillas en los extremos. Me senté. Curiosa impresión estar allí, de nuevo, otra vez. Cuantos recuerdos, sin memoria en este cuerpo.
Ibamos por la M1 de Londres a Edimburgo. Rudolf, Shorty (Luis) y yo.
Pernoctamos en Leeds, Pasamos por Bath y allí vimos las construcciones romanas magníficas. el Imperio fué poderoso. Nada es permanente.
En Edimburgo era el Tatoo, festival cultural.
Que bellas personas son los escoceses (y obviamente las escocesas). personas cálidas, de familia, buena gente. De verdad extraordinarias por el brillo de sus corazones. ¡Puedes sentirlos!
El whysky lo beben solo, -como el tequila,- sin agua ni hielo. Whisky de malta, de familia, añejado en casa. ¡Chiers! Lo ofrecen con orgullo. Ted Tinsley, un escocés que conocí, y con el que trabajé, años después, me indicó que cualquier Glen es excelente, hecho en casa.
Sweateres de cashmere, que dan placer al tocarlos. comida deliciosa, bien hecha, servida con estilo y con mucho, mucho cariño. Han pasado más de 40 años y aún recuerdo con placer esas comidas.
También recuerdo en un jardín a los niños vestidos con atuendos escoceses, de lana, bailando la danza de las espadas, colocadas en cruz en el piso. Folclore de muchos años. Y las salas de los castillos con banderas multicolores colgando. Espacios de piedra y madera y metales y cueros viejos, mas curtidos por los años.
Después entramos al viejo pequeño castillo, todo de piedra. Alli estaba esa mesa larga con solo dos sillas en los extremos. Me senté. Curiosa impresión estar allí, de nuevo, otra vez. Cuantos recuerdos, sin memoria en este cuerpo.
Ibamos por la M1 de Londres a Edimburgo. Rudolf, Shorty (Luis) y yo.
Pernoctamos en Leeds, Pasamos por Bath y allí vimos las construcciones romanas magníficas. el Imperio fué poderoso. Nada es permanente.
En Edimburgo era el Tatoo, festival cultural.
Que bellas personas son los escoceses (y obviamente las escocesas). personas cálidas, de familia, buena gente. De verdad extraordinarias por el brillo de sus corazones. ¡Puedes sentirlos!
El whysky lo beben solo, -como el tequila,- sin agua ni hielo. Whisky de malta, de familia, añejado en casa. ¡Chiers! Lo ofrecen con orgullo. Ted Tinsley, un escocés que conocí, y con el que trabajé, años después, me indicó que cualquier Glen es excelente, hecho en casa.
Sweateres de cashmere, que dan placer al tocarlos. comida deliciosa, bien hecha, servida con estilo y con mucho, mucho cariño. Han pasado más de 40 años y aún recuerdo con placer esas comidas.
También recuerdo en un jardín a los niños vestidos con atuendos escoceses, de lana, bailando la danza de las espadas, colocadas en cruz en el piso. Folclore de muchos años. Y las salas de los castillos con banderas multicolores colgando. Espacios de piedra y madera y metales y cueros viejos, mas curtidos por los años.
Y sonaron los tambores y las gaitas en el patio del castillo. La piel se enchina en aquel frío nocturno. El castillo de Edimburgo, en lo alto, completamente iluminado y la gente bulliciosa, contenta, con los cachetes muy rojos por el viento frío y los dedos de las manos entumidos. Las personas cantan sus viejas canciones y todos nos tomamos de las manos y se produce el ritual mágico de energías. Todos a un tiempo, a derecha, ahora a la izquierda, -oscilando,- moviendo la energía. ¡Saben magia! lo tienen de familia. Todos saben. Hasta siento que los seres del castillo participan.
La vida posee una mágica belleza si sabemos observar, vivir nuestros instantes. Todos los días pueden ser maravillosos y mágicos. Recordemos que la muerte puede aparecer en cualquier momento y que la única oportunidad que tenemos de vivir la vida mágica es ahora. Aqui mismo, en este cuerpo. Dejemos que nuestro ser se exprese para hacer de cada momento un momento mágico. Cada instante de nuestra vida tiene toda esa belleza. Sólo con percibirnos a nosotros mismos y reconocer la belleza interna de los seres que están cerca de nosotros y de la naturaleza, haremos de la vida una aventura inolvidable.
Enrique
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